Curiosidades de “La Menina del Louvre”. ¿Leían las mujeres en el siglo XVII?


Muchos me habéis preguntado por el personaje de Aurora, una mujer adelantada a su época que no quiere medrar como era la tónica habitual en la Corte de París (de cama en cama y buscando un protector o un marido). Aurora es una mujer que lee, que piensa; una mujer no al uso del siglo XVII.
Ahora bien, ¿leían las mujeres en el siglo XVII? ¿Eran tan independientes? Para hablar del tema, debemos remontarnos un siglo antes.
El siglo XVII es un siglo de contrastes: pasamos de la luminosidad del Renacimiento (siglo XVI) a una época oscurantista, en la que la moral y la religión determinan la sociedad. De considerarse que el hombre es el centro del universo, la mirada vuelve a girar a la figura de Dios.
Durante el Renacimiento, el enriquecimiento de alma, a través de la cultura y las artes, es un deber que llega incluso a las mujeres. Es siglo de grandes nombres, como el de Sofonisba Anguissola en la pintura, Isabel I de Inglaterra e Isabel Clara Eugenia en la política (que también llegará hasta el siglo XVII), e incluso la meretriz veneciana Veronica Franco, autora de una serie de poemas que han llegado a nuestros días.
Durante el Barroco (siglo XVII), esta tónica cambió: la única enseñanza que se debe impartir a las mujeres es el manejo del hogar y el cuidado de los hijos, se les enseña a ser esposas y madres. El ideal del Barroco es la pureza, castidad, templanza, santidad, honorabilidad… Una serie de valores en los que la educación, como símbolo de independencia, no entraba. Sólo las mujeres nobles tienen acceso a una verdadera educación, tales como la enseñanza de idiomas (para las damas de la Corte o de la Familia Real) o el acceso a libros de diferente tipo. Sin embargo, la educación a la que se las somete desde la cuna les hará orientar sus pasos hacia la simple formación como “mujer de su casa”, sin aspiraciones ni ansias de libertad. Cualquier atisbo de ansias de libertad o comportamiento alejado de la moral de la época, es carne de cañón para la Inquisición (las acusaciones de herejía por causas similares son la tónica dominante).
Aun así, el siglo XVII también trajo una serie de movimientos en pro de acercar a las mujeres a la cultura.
Lo cierto es que, concretamente en París, arrancó un movimiento bastante importante entre las mujeres nobles. Era conocido como las “Mujeres Sabias”, un círculo de mujeres de la alta y baja nobleza que se reunían para leer libros y hablar de temas de diversa índole: artes, política, ciencias, literatura…
Inicialmente, estas reuniones se desarrollaron como puntos de encuentro para concertar obras de caridad y, en parte, eran dirigidas por miembros del clero que, a su vez, decidían las lecturas (todas de corte bíblico). La razón era que no se concebía a la mujer como ser humano independiente del hombre, quedando su papel relegado al de esposa y madre. No obstante, como hemos dicho, tal plan primigenio mutó, hasta el punto de que tales mujeres gozaron de cierta independencia para tratar los temas a su antojo. Llegó a convertirse en todo un problema de cara a la sociedad de la época, tan machista y patriarcal, hasta el punto que, de ser llamadas “Mujeres sabias”, pasaron a denominarse “La Querella de las Mujeres”.
Igualmente, las mujeres (sobre todo en las clases altas), son las auténticas anfitrionas de los eventos sociales: son las que organizan las recepciones, gestionan fiestas, mandan invitaciones… Son la cara visible de su familia en el trato con las grandes personalidades.
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En España, este movimiento llegó más entrados el siglo XVII. Buena prueba de tal hecho podemos encontrarlo en la serie “Águila Roja” (cuya historicidad a veces es puesta en tela de juicio). Las fiestas y el club de lectura orquestados por la pérfida marquesa de Santillana (encarnada por la actriz Myriam Gallego), son una buena prueba de lo que este movimiento supuso en las Españas.
El próximo día, hablaremos del “Cortejo en el siglo XVII”. Tal vez, así, podáis entender la actitud de Aurora para con Artal 😉

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